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lunes, 17 de septiembre de 2012

Padre Fabian Ribero: Homilía Fiesta Patronal Parroquia Nuestra Señora de los Dolores.




El texto del Evangelio nos trae rápidamente a la memoria la imagen del Calvario, escena que vemos cotidianamente en nuestro querido templo de sede parroquial.

Junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre… 
María, la Madre dolorosa, se encontraba llorando junto a la Cruz en la que su Hijo estaba muriendo, clavado en el madero. 
Con el alma dolida y suspirando, sumida en la tristeza, con su corazón traspasado por la espada del dolor. 
No hace falta mucho poder de imaginación para pensar cuán afligida y que triste se encontraba, de pie aquella bendita Madre del Hijo único de Dios. Cuánto se dolía y padecía esa piadosa Madre, contemplando las penas de su Hijo… 
¿A quién no hace llorar el mirar a la Madre de Cristo en un suplicio tan tremendo? ¿Quién de nosotros, en esta tarde, podrá no entristecerse al contemplar tan sola a esta Madre que sufre con su Hijo? 
Ella vio a Jesús en los tormentos, sometido al flagelo, por cargar los pecados de su pueblo. Y vio cómo muriendo abandonado, aquél su dulce Hijo, entregaba su espíritu a los hombres… 
¡Señor: Cuántas madres hoy lloran por sus hijos, al pie de las nuevas cruces! 
Madres que lloran eternamente el haber entregado a su hijo por no tener lo suficiente para criarlo… 
Madres que desgarran sus entrañas por el dolor de haber abortado un hijo o varios… 
Madres que lloran por la impotencia de no tener una taza de leche para saciar el doloroso quejido del hambre de su pequeño niño. 
Madres que sufren al ver los pies descalzos de sus hijos, que se llenan de barro y se hielan por el intenso frío… 
Madres que se deshacen en lágrimas, frente a la vida de un hijo que se consume por la droga, que enriquece a unos pocos y mata a muchos… 
Madres que padecen la violencia de un marido o un familiar alcohólico, que maltrata a toda la familia. 
Madres que sufren en carne propia la vergüenza de la difamación que provocan algunas lenguas, espadas de doble filo, y que corroen la confianza de los hijos y el bienestar de la familia. 
Madres que lloran por no poder conseguir justicia por sus hijos muertos… 
Madres que lloran por no ver un futuro alentador para su descendencia… 
Madres dolorosas, tantas madres dolorosas y solas…. 
¿A quién no hace llorar el mirar a estas madres, en sus dolores tan tremendos? ¿Quién de nosotros, en esta tarde, podrá no entristecerse al contemplar tan solas a estas madres que sufren con y por sus hijos? 
Virgen Madre, fuente de amor, que todos sintamos tu dolor y el de tantas madres, para que lloremos contigo. 
¡Nuestra única esperanza está puesta en tu Hijo! ¡Que arda nuestro corazón en el amor de Cristo, nuestro Dios! 
Queremos estar a tu lado y asociarnos a ti en el llanto, junto a la cruz de tu Hijo… junto a la cruz de tantos hijos nuestros… 
El Evangelio de San Juan que hemos escuchado, nos relata: Jesús, viendo la soledad de su Madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu Madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. 
¡Nuestra Esperanza está puesta en Dios que venció a la muerte, en su Hijo Jesucristo que salió victorioso del sepulcro! ¡No estamos solos! Él está con nosotros y nos ha entregado a su Madre como Madre nuestra. 
El texto bíblico señala: “el discípulo a quien él amaba” pero no especifica su nombre… y esto no es un descuido del escritor sagrado… es que desde la Cruz Jesús nos dice a cada uno de nosotros. “Vos que sos mi discípulo amado, ahí tienes a tu Madre” 
Y prosigue el texto sagrado: “el discípulo la recibió en su casa”, es decir la hizo parte de su vida, la metió en su corazón. 
El lema de esta fiesta patronal que estamos celebrando es: “María nos dice: Iglesia comunidad entregale el corazón al Señor”. 
¿Seremos capaces, o al menos tenemos el deseo de entregarle el corazón al Señor, de hacerlo cada vez mas parte de nuestra vida?… 
En la medida en que nos entreguemos a él y le entreguemos nuestro corazón tal como está, lleno de dolores y de manchas producidas por el pecado, iremos viviendo cada vez más coherentemente nuestra vida de Fe. 
En la medida en que nuestro corazón arda de pasión por el anuncio del Evangelio, se irá transformando nuestra vida, nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro pueblo, nuestro país, nuestro mundo. 
No nos desalentemos frente a tantas madres y padres que son traspasados por la espada del dolor por ver sufrir a sus hijos, por haberlos perdido, por haberlos abandonado... 
Lloremos juntos y al mismo tiempo comprometámonos con ellos para que desde nuestra pobreza y muchas veces desde nuestra perplejidad e impotencia podamos, aunque sea, estar a su lado para abrazarlos. 
Este es el espíritu que deseamos que anime nuestro caminar como comunidad parroquial. El lema que nos acompaña este año en nuestro camino pastoral es: ¡SOMOS IGLESIA, SOMOS COMUNIDAD, SOMOS UNA GRAN FAMILIA! 
Hermosa frase, pero que sólo quedará en eso si no la vivimos, si no lo llevamos a la práctica hasta las últimas consecuencias… 
Ser verdaderamente Cristiano, verdaderamente Católico, significa muchas veces sufrir la espada de la incomprensión, de la difamación, de la burla y hasta de la persecución ideológica. 
Ser cristianos en serio significa salir de nuestros templos con un deseo ardiente de anunciar el Evangelio a todos, para que muchos encuentren consuelo en el Señor de la Vida. 
Ser cristianos significa vivir una espiritualidad encarnada en las realidades sociales, comprometiéndonos con los que lloran, con los que sufren, con el desesperanzado. 
Ser cristianos nos mueve a construir comunidades en donde todos tengan parte, en donde todos se sientan en su casa; en su gran casa que es la Iglesia. 
Ser cristianos significa vivir como una gran familia, en donde los distintos dones y carismas, incluso las debilidades de cada uno, nos enriquecen a todos. 
Ser cristianos es orar y colaborar para que podamos vivir en paz y armonía comunitaria, buscando siempre el bien del otro. 
¡Ciertamente ser cristiano no es fácil! Y María nos lo recuerda cada vez que la miramos y la contemplamos dolorosa. 
Muchos ya respondieron al llamado del Señor dando testimonio diario de que son Cristianos en Serio… no superhombres o “perfectos”, sino enamorados del Señor y de su propuesta vivificadora. 
Y por eso damos gracias en esta tarde por tantos agentes pastorales que ofrecen su vida y su tiempo para anunciar el Evangelio a lo largo y a lo ancho de nuestra inmensa jurisdicción parroquial. Sólo Dios sabe cuanto testimonio sencillo y oculto hay en las catequistas de las estancias, en los agentes de cáritas, en los que preparan la liturgia, en los animadores de los distintos grupos, en los que rezan por todos, en los que desde su generosidad contribuyen al sostenimiento de la obra evangelizadora en cada pueblo, paraje o comunidad rural. 
Damos gracias a Dios por tantos fieles comprometidos, pero también encomendamos a la Virgen a muchos otros que miran con ganas, pero no se animan a entrar y comprometerse, contentándose con ser meros bautizados, para que den el paso, para que se animen a ser cristianos con todas las letras. 
También oramos en este día tan especial por los que miran para otro lado y cierran sus oídos a la propuesta del Evangelio, para que puedan descubrir la belleza de Ser Cristianos en serio. La belleza de un Cristianismo que te llena la vida y te transforma para siempre. 
Grandes acontecimientos nos movilizan y comprometen a dar testimonio: 
El año que viene celebraremos los 220 (doscientos veinte) años de la presencia de la Virgen en nuestras tierras. En 1793 se inauguraba el Fuerte “Nuestra Señora de la Soledad”, a unos 5 kilómetros de aquí, con una capilla dedicada a Nuestra Madre Dolorosa. Y en el 2014 celebraremos los 100 años de la colocación de la piedra fundamental de nuestro templo parroquial. 
Los invito a todos a reconocernos una vez más COMUNIDAD DEL SEÑOR, que camina desde hace más de dos siglos bajo el manto y la protección de la Virgen. COMUNIDAD FAMILIA, dispuesta a comprometerse hasta las últimas consecuencias en la construcción de una nueva sociedad, rescatando los valores y desterrando lo que nos divide y nos hace desconocernos como hermanos. 
Los invito a ir disponiendo el corazón para que estos acontecimientos jubilares, nos encuentren cristianos comprometidos en serio y no meros espectadores de lo sagrado. A que nos movilicen a hacer de Soledad y de todas las comunidades del territorio parroquial un signo claro de la presencia amorosa de Dios y testimonio atrayente de un cristianismo que ha sido capaz de transformar desde la historia, el dolor y la esperanza a todos y a cada uno. 

Una vez más se los recuerdo: ¡SER CRISTIANOS NO ES FÁCIL! 
Nuestra Señora de los Dolores, desde su corazón traspasado por la espada del sufrimiento, nos recuerda nuevamente que: Ser cristiano sólo es posible si le entregamos el corazón a Jesús, para que Él sea el Señor de nuestras vidas, el Señor de nuestra comunidad parroquial, el Señor de nuestros pueblos

Amén. 

María nos dice: ¡Iglesia comunidad, entrégale el CORAZÓN al SEÑOR! 



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